miércoles, 4 de julio de 2007

Otra "definición" liviana de Cuarto Camino

No nos podremos hacer una somera idea de lo que trata el trabajo (Cuarto Camino), hasta pasados unos cuantos años. La forma lenta o rápida en la que nos afectan algunas de las ideas del trabajo son tan particulares que si diez personas hablaran de cómo llegaron a darse cuenta de algo, seguramente nos parecería que han seguido caminos muy diferentes. Lo maravilloso del trabajo, es que si le damos tiempo, lo alimentamos, lo hacemos nuestro, nos devolverá una forma de vida interior incomparable. Con justa razón diríamos: La verdad, no se donde termina este Trabajo, pero de una cosa estoy seguro, sin el no se por donde ir, y sin el no hay vida.

Es maravilloso comenzar a vivir nuestras experiencias por nosotros mismos. A vivir lo que queremos, no ha vivir lo que nos sucede, o lo que tendemos a repetir por recurrencia. El sabor de darse cuenta de algo, el caer a una idea del Trabajo, produce modificaciones alquímicas en nosotros.

Recuerdo la primera vez que tuve contacto con una palabra del trabajo, “yoes”. Me resulto tan significativa que rápidamente se desparramo por toda la mente. Mucho tiempo después, me di cuenta que esta palabra “yoes” había pasado por un proceso que me era conocido, el proceso del sembrador, tal vez lo hayan leído en la Biblia.

Así fue, la palabra yoes cayó en distintos suelos psicológicos, en distintos niveles. Recuerdo como justificaba despectivamente a las personas usando un lenguaje, al que “no todos los mortales” tenían acceso. Por ejemplo decía: “otra vez mi madre con esos yoes de mierda, ordenándome que hiciera tal y cual cosa”. Todos tenían yoes de mierda, menos “yo”, por su puesto. Cada vez que podía usaba la palabra y daba “clases a cerca de su significado”, claro, estaba más allá “del bien y del mal”. Las personas se debían correr cuando “yo” caminaba por la vereda, no tenían ni idea quien era “yo”, y los poderosos conocimientos que poseía.

Por otro lado, la palabra “yoes” me hirió de una manera totalmente diferente. Me permitió separarme, de no verme como una totalidad, sino como una fragmentación. De todas maneras, me venía muy bien la palabra “yoes” para justificar mi falta de tino. “no he sido yo, sino un yo de turno, uno de los tantos yoes, que está maldita cultura y formación familiar han impuesto en mí”. No ha sido mi culpa, son estos “yoes” que no tienen nada que ver conmigo.

De tanto en tanto, la palabra “yoes” tomaba un significado especial, me permitía verme imparcialmente, sin justificarme, sin culparme, verme. A ver cuando miro, a oír cuando escucho. Fue impactante observar como esta palabra comenzaba a modificarme, a ver al mundo de otra manera, a liberarme. Al ir dándome cuenta que estos “yoes” tienen un poder asombroso sobre nosotros, deje de culpar, deje de ver que las personas hacían las cosas a propósito, aunque las planearan. No importaba cuan elaborada fuera mi respuesta o las de otras personas, la mayoría de las veces eran los “yoes”. Por primera vez en mi vida, comencé a perdonar. A perdonar con libertad, no a perdonar por negociación, para así también perdonarme cosas personales, más adelante. Sino a PERDONAR. Hasta antes de conocer el significado de la palabra “yoes”, perdonaba por obligación, porque me habían enseñado a perdonar, porque “había que perdonar”, no importaba mucho si no comprendía porque. Pero con esta simple palabra “yoes”, algo en mi comenzó a perdonar no en evento, sino en estado, algo en mi (vida emocional) comenzó a perdonar sin pedir nada a cambio, sin cobrar, pero con conocimiento de causa.

Poco a poco los significados superficiales que aportaban los subproductos de la digestión del concepto de “yoes”, comenzó a abandonarme. La superficialidad, no podía contra semejante poder transformador de esta palabra. Mientras más veía en mí los “yoes” mientras más veía en los demás los “yoes”, menos usaba la palabra. Lentamente se produjo un reordenamiento en la mente, lentamente comencé a pensar con la palabra, comencé a sentir desde la palabra, a obrar desde la palabra. Comencé a tener un atisbo de lo que era vivir desde otro punto de vista. Esta palabra fue, la que despertó mi centro magnético, está palabra me conecto con el trabajo, despertó una curiosidad, “un no se qué”.

No tenía problemas espirituales, problemas de comportamiento, contradicciones, problemas de conducta, fracasos en la vida o pareja, etc., contaba con 17 años (corría el año 1986). No tenía nada que justificara que hiciera este trabajo. Ni siquiera había hecho turismo espiritual, jamás había leído algo de cuarto camino ni sus derivados. Pero estaba aquí.

El centro magnético me trajo en esta dirección. Al principio todo caía al “costado del camino”, el proceso que se dio en un comienzo con la palabra yoes” se dio con todos los otros conceptos. Solo el tiempo, la práctica, el estudio metódico, el grupo, la contención de las ideas de Escuela, los conceptos comenzaban a caer tímidamente en tierra fértil. Hoy, agosto de 2006, 20 años después, estamos más avivados.

Cuando comencé el trabajo de docente del sistema vi “n” intenciones con las que se acercaban las personas a la Escuela, algunos buscaban un “maestro”, como si se pudiera reconocer por la ropa que llevara puesta, otros buscaban algo que les funcionara de “terapia”, otros querían un orden en su vida, otros se habían cansado de hacer “turismo espiritual”, otros habían leído algo, otros querían un crecimiento personal, otros querían conocimiento e información “esotérica”, otros querían un grupo para hacer amistades o buscar pareja, otros por que se sintieron convencidos por alguien que ya estaba en la Escuela, otros que estaban en otra “escuela” y venían a espiar, otros transfiriendo un padre o una madre en una institución, otros “querían hacer algo” con su vida, porque les interesó el nombre de la Escuela, porque vieron una publicidad, porque leyeron nuestra revista Mente Abierta, porque el médico los mandó ha hacer algo para bajar el estrés, porque nos les funcionó el psicólogo, la necesidad de conocerse, el saber como funcionan las personas, para superar los problemas en general, etc., etc. en fin, cualquier cosa menos lo que uno realmente descubre después de estar trabajando con las ideas del Trabajo.

Uno de los “ganchos” del trabajo es el efecto real que tiene sobre las cosas cotidianas, de lo terapéutico que puede llegar a ser. Estro es importante, toda enseñanza esotérica o espiritual, tiene que rendir sus frutos y verse reflejado en la vida cotidiana que cada uno tiene. Este trabajo tiene no mucho sino, muchísimo de esto, de practicidad y de “efectos colaterales” positivos.

Pueden pasar muchos años hasta que nos damos cuenta que es un Trabajo destinado al desarrollo de la conciencia, del despertar, de dejar de ser una máquina. Pero mientras tanto, sea cual sea el tiempo que duremos en la Escuela, vamos a obtener algo constructivo y verificable en el diario vivir. Como decía Gurdjieff “cuanto más dinero tengamos, podremos comprar un boleto que nos lleve más lejos”, cuanto más se invierte en el Trabajo de Escuela, más obtendremos, no solo en cantidad, que ya es bastante, sino en logros anímicos que son impagables.

Este trabajo afecta a quien piensa con él, a quien siente con él, a quién obra con el. Les puedo asegurar que es muy diferente a la vida mecánica cotidiana que: piensa por uno, siente por uno y actúa a través de uno, como si fuéramos títeres. Nos ponemos contentos en la vida mecánica no cuando queremos, sino cuando “nos animan la fiesta” cuando sucede algo “que lo justifica”. ¿Podemos llamar a esto emociones personales verdaderas? Y ¿qué de nuestra formación cultural? ¿Y qué de nuestra vida de relación? Les parece que estando en la vida mecánica, tenemos vida verdadera. Tal vez en un principio no nos demos cuenta “con todas las células”, pero podemos tener un acercamiento intelectual que puede ser la vela que comience a iluminar un camino.

Este Trabajo no promete nada, porque todo lo que obtendremos de el es el resultado de nuestra aplicación. Aquí no hay imposición de manos, no hay creencias, no hay zanahoria para el burro, no hay soplo divino, no hay “endulzamiento de la píldora”, no hay papa ni mamá, no hay premios ni regalos, no hay mantrams, no hay nada en la vida mecánica que justifique hacer el esfuerzo por despèrtar. Lo que hacemos no se parece a nada. Aquí hay trabajo y más trabajo. Solo aquellos que se dan cuenta que la vida no es fácil y que todo merece un esfuerzo, pueden apreciar lo que significa luchar y trabajar por algo. Pero esto también hay que aprenderlo o por lo menos reenfocarlo con las ideas del Cuarto Camino.

Ha pasado mucho tiempo desde que los “yoes” entraron en mi vida, y mucha agua a pasado bajo el puente.

Hay que tener paciencia, darse el tiempo, ocuparse y el resto, el resto es por añadidura.

No hay comentarios: